Pasando por la obra en construcción

Pasando por la obra en construcción
Pasando por la obra en construcción
En esa semana Víctor estaba de viaje. El viernes por la noche venía de mi oficina caminando, la calle estaba oscura y silenciosa; no había nadie, solo podía oír mis tacos sobre las baldosas.
En esas épocas Villa Urquiza parecía ser un barrio seguro, pero esa noche comprobé lo contrario…
En la oscuridad oí un chistido y me di vuelta; no vi a nadie pero sentí una presencia. Entonces aceleré mis pasos, pero al llegar a la construcción de la esquina, salió de las sombras un hombre gigante y me cerró el paso…
Me tapó la boca con sus enormes manos; me tomó por la cintura alzándome en vilo y me metió adentro. Otras manos me tomaron de los pies y entre ambos hombres me llevaron hasta el fondo de la obra.
Finalmente me empujaron contra una pared. El hombre enorme que me había atacado se acercó para susurrarme al oído:
“Aquí no va a oírte nadie; así que gritar y pedir auxilio es inútil…”
Detrás de su enorme cuerpo había otros cuatro hombres; todos llevaban la cara tapada con una especie de gorro pasamontañas. Los miré en silencio, comprendiendo que no podría luchar contra ellos; así que solo atiné a convencerlos que no me hicieran daño, les dije que podía darles dinero.
Pero rieron a carcajadas ante mi propuesta y el que parecía el líder dijo que no necesitaban dinero; solamente querían probar a la hembra que pasaba todas las mañanas contoneando las caderas frente a ellos…
Continuó diciendo que ahora iba a probar las vergas más grandes y calientes de toda mi vida y que dependía de mi misma, si iba a ser por las buenas o por las malas…
Sin darme tiempo a contestar, me tomó de la mano; me jaló hacia arriba y desgarró mi blusa en un rápido movimiento, dejando a la vista de sus amigos mis firmes tetas, ya que esa mañana hacía calor y, para estar más cómoda, había decidido no utilizar corpiño. Luego desabrochó mi falda y la arrojó a mis pies, dejándome solamente vestida con una diminuta tanga de algodón blanco. Enseguida me la arrancó de un tirón, dejándome solo con mis sandalias de taco alto.
El tipo dio un paso más y se regodeó mirando mi cuerpo desnudo. Volví a pedirle que no me hicieran daño y el grupo se rió carcajadas otra vez…
Mientras el primero me besaba y acariciaba mi cuello, un segundo hombre se ubicó atrás mío, tomando mis tetas y apoyando su verga dura contra mis cachetes. Le dijo al otro que él quería ser el primero en poseerme…
El primer hombre rió y me liberó de su abrazo. El segundo me hizo poner en cuclillas y pronto tres vergas erectas estaban frente a mi cara. Tuve que abrir mis labios y aceptar esas pijas dentro de mi boca.
Un rato después, la mandíbula me dolía de tanto lamer pijas…
Uno de ellos se inclinó y metió sus dedos en mi concha. Sonrió al ver que yo estaba totalmente mojada y excitada por la situación…
Otro se acostó en el piso y metió su cabeza bajo mi cuerpo y empezó a lamer mis labios vaginales y la entrada anal.
Yo estaba extasiada, sentía que no quería hacer eso, pero mi cuerpo me estaba traicionando contra mi voluntad.
El segundo hombre, que había pedido ser el primero en tomarme, de repente apartó a sus amigos y se ubicó detrás de mi cuerpo. Me hizo poner a cuatro patas sobre el suelo y sin previo aviso, apoyó su gruesa verga entre mis labios vaginales y me la metió de un solo golpe, haciéndome explotar en una mezcla de dolor y placer. Me arrancó un grito que traté de ahogarlo, pero uno de ellos me dijo que no me reprimiera: ellos sabían que yo era una verdadera puta y que podía aullar de placer a gusto…
Mientras sentía esa enorme verga entrar y salir de mi humedecida y dilatada concha, comencé a sentir otros dedos invadiendo mi entrada anal.
Comencé a quejarme porque lo estaban haciendo con mucha brutalidad…
De repente sentí que mi ano comenzaba a ceder y a dilatarse; entonces ya no me dolió más y hasta comencé a sentir algo de placer.
El hombre dentro de mi concha pronto se tensó y aulló como un poseído; entonces sentí su semen hirviente invadiendo mis entrañas…
Se salió enseguida, mientras el otro tipo seguía dilatándome el ano con sus dedos. Al comprobar que ya estaba lista, se puso como a caballo sobre mis caderas y sin que me diera tiempo a nada, apoyó su glande en mi entrada anal, advirtiéndome que me preparara, porque su verga iba a dolerme…
Entonces de un brutal empujón con nada de delicadeza, me la metió en el culo hasta el fondo, sin miramientos. Me arrancó un grito de dolor, luego quedó quieto por unos segundos, mientras mi castigado ano se adaptaba a su enorme verga.
Mientras este tipo me sodomizaba son piedad, sus amigos se turnaron para meterme sus vergas en mi boca; tomándome por los cabellos, obligándome a tragármelas por entero hasta el fondo de mi garganta…
El castigo en mi culo duró muy poco. Pronto el encapuchado tensó su espalda y su carga de semen invadió mi ahora dilatado trasero…
Apenas un tercer hombre me penetró nuevamente por la concha, aunque mi mente resistía; mi cuerpo ya no pudo aguantar más y entonces un furioso orgasmo me recorrió el cuerpo, haciéndome lanzar gritos totalmente incontrolables…
Los hombres rieron satisfechos y continuaron cogiéndome y sodomizándome por turnos… Todos ellos pasaron por mi vagina y mi culo, todos me hicieron sentir como una puta en celo, todos se dieron cuenta que yo reaccionaba a sus vergas como una tremenda puta…
Casi al final uno de ellos se acostó en el suelo y me hizo cabalgar sobre su cuerpo, enterrándome su dura verga hasta el fondo de mi castigada vagina.
Enseguida se acercó otro por detrás y yo pensé que me la metería por el culo; pero no fue así. Apoyó su verga contra la de su amigo y empujó dentro de mi cavidad vaginal. Sentí un dolor inaguantable con esas dos vergas enormes juntas dentro de mi concha; pero enseguida el placer reemplazó a cualquiera otra sensación…
Comencé a suplicarles que me cogieran así; que no me sacaran sus pijas de mi concha, que me cogieran más duro todavía… Sentía un placer sin límites, aunque también algo de dolor con semejantes vergas enterradas de esa manera tan brutal en mi cuerpo…
Los dos acabaron dentro de mi concha casi al mismo tiempo y luego se retiraron, dejando paso a otro que quiso penetrar otra vez mi ano…
Cuando todos terminaron, el líder me acarició la cara y me dijo que no debía denunciar lo que me había sucedido… o podía volver a pasarme algo mucho peor todavía.
Tambaleando entre escombros y materiales, pude llegar hasta la calle, donde me vestí con los jirones de ropa que me habían dejado. Casi no podía caminar derecha; sentía mis piernas flojas y el semen de esos brutales hombres escurriéndose entre mis muslos…
Por fin llegué a mi casa y mientras me daba un baño caliente de inmersión pensé que no debía cambiar mi rutina de pasar frente a esa obra en construcción, de camino a mi oficina…